domingo, 2 de noviembre de 2008

Locura en Berlín


Era una mañana fría, amaneció nublado el cielo de París, pero en una pequeña habitación había una persona inquieta, no paraba de introducir ropa en una pequeña maleta. Esa persona iba a coger un vuelo con dirección a Berlín, donde más que una ciudad le esperaba una gran pareja de amigos, que lo acogerían durante los 8 días que se encontraría en una de las ciudades que marcaron la historia del siglo XX.
Tras despedirse de la única persona realmente importante para él en la que era su nueva ciudad, llegó con apuros a coger el avión, no sin antes pararse en una tienda del aeropuerto para llevar un obsequio a sus anfitriones.

Una vez allí, no paró de visitar y moverse por la ciudad, sin olvidar su bufanda, que se convirtió casi en su amante, pues no se separo de ella debido a las gélidas temperaturas que acechaban detrás de cada monumento, y mucho menos a su compañera de viajes, su cámara azul que inmortalizó momentos demasiado variopintos.

Cada día era un reto, cada día había que soportar las inclemencias del tiempo para poder llevar a cabo el planing previsto, hubo alteraciones, pero lo más importante no lo dejo pasar, logró disfrutar de sus amigos y deducir que la gente que los rodea allí, en su nuevo hogar, es tanto o más válida que los amigos que en su día hicieron en común. Los paseos en taxi a altas horas de la mañana, el pasear en bici por la noche alrededor del monumento a los rusos muertos, un sinfín de experiencias enriquecedoras, e incluso cómicas.

Por las noches, también dispuso de oportunidades de conocer el otro Berlín, sin ser un fiel seguidor de la cerveza, consiguió sobrevivir acabando más de una vez con piezas perdidas del puzle de la noche, que posteriormente trataba de encajar gracias a sus amigos.

La apoteosis llegó con Halloween, puesto que todos los planes previstos de antemano, incluyendo el hecho de esconder petaquillas, se fueron al traste, dando lugar a una de las noches más surrealistas que había vivido. Empezando por tener que comunicarse en inglés con personas de nacionalidades variopintas, siguiendo por mezclas nada recomendadas, para terminar con bailes subidos de tono entre renos ceñudos y miércoles morenas.

Al volver de nuevo en el avión, sólo puso un pero a su estancia allí. Uno de los objetivos que se había puesto, no lo había cumplido, no fue capaz de vencerse a sí mismo y afrontar una de sus realidades más ocultas.

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