martes, 18 de noviembre de 2008

A escasos centímetros de tu piel


Lo sabía. No era un hecho aislado, no era a la primera persona a la que le pasaba, pero al mismo tiempo, tenía el nerviosismo interior de saber que las cosas posiblemente no salieran bien, que volvería a terminar de nuevo dentro de mi cama, cubierto hasta la cabeza, para que la rutina y los fantasmas me hiriesen lo menos posible.

Ya tenía la asignatura bien aprendida, al fin y al cabo era lo único que me había encontrado en el camino de las relaciones personales hasta este punto. Todo se tenía que torcer, todo tenía que convertirse en una pesadilla, haciéndome incluso avergonzarme de las personas a las que un día creí querer.

Esta vez, me propuse todo lo contrario, me propuse sacar mi cabeza lo máximo posible a flote, sin dejar que me afectasen comportamientos diferentes. Empecé a comprender que cada persona es realmente un mundo, por el simple hecho de que no tengo la capacidad de conocer lo que éstas piensan, pero más concretamente, lo que piensan relacionado conmigo.

Tengo claro que no es él chico más guapo, ni el más inteligente, y que en verdad creo que si me paro a pensar objetivamente, no es para mí. Pero hay comentarios, hay gestos que me han hecho caer rendido a sus pies. Sí, es pronto, y no lo conozco lo suficiente, pero sé que es una persona que quiero conocer, tendrá sus defectos, algunos de los cuales creo empezar a ver, no me prestará la atención que me gustaría, pero por lo menos fue capaz de invitarme a salir con sus amigos, de hacerme sentir por una noche, arropado, con un grupo de gente peculiar, pero sobretodo majos y acogedores.

Las cosas se torcieron al día siguiente, y digo se torcieron porque lo más básico para mí no me lo quiso dar, un beso. Por el contrario, el recuerdo que guardo de ese momento, es increíble, jamás había vivido algo así, una experiencia nueva, que me hizo prendarme de él. El problema viene, cuando después me pongo a pensar por qué no me quiso dar ese beso o abrazo que yo necesitaba, y llego a la conclusión de que a lo mejor lo que para mí era algo buscado, para él era algo espontáneo e único, en el sentido de que su objetivo no era haberme conocido hasta ese punto.

Ahora en el horizonte ya no veo las dos posibilidades que acostumbraba a ver. Ahora el hecho de que mi actitud es reprochable no viene a cuento, solo veo las posibilidades que pueden hacerme sentir genial. Una de ellas, el conseguir al menos que me vuelva a hablar normalmente y seguir teniéndolo tanto a él como a sus amigos como compañeros de fiestas. La otra, que me convertiría en una persona satisfecha y feliz, sería que quisiese conocerme e incluso tener algo conmigo. Sé que es demasiado pronto, sé que no lo conozco lo suficiente, pero el hecho de que nada más conocernos soltara la frase “la vida es dura” fue como una señal, una señal que a lo mejor es errónea, pero que como había prometido escribir, se ha convertido en el posible regalo que más me gustaría recibir, un beso por parte de él, de Miguel.

Esta vez voy a intentar hacerlo bien, voy a intentar no agobiarlo, no ir directo a obtener la respuesta a mi pregunta. No quiero ser negativo, no quiero sentirme otra vez decepcionado, no quiero que la auto-decepción se apodere de mi una vez más, o si lo hace, que por lo menos esta vez sea tras haber luchado por conseguir mi objetivo, mi sueño, en definitiva, tras haber intentado tenerte.

En el fondo de mí, creo que por una vez, aunque no sea la correcta, tengo claro que por lo menos quiero intentarlo, y es lo que voy a hacer. Sin prisa pero sin pausa, ese va a ser mi lema. El objetivo lo tengo claro, conseguir un beso tuyo.

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