viernes, 3 de junio de 2011

Otro día más en mi extraña vida


Ayer volví a la locura, volví al pasado para darme cuenta de que las cosas se quedaron donde debían. O al menos eso es lo que intento decirme al no comprender muchas actitudes.

Semana corta donde las haya. Empecé mi peripecia en Londres, afrontando un reto importante para mí. Volví a la ciudad de las luces con poca energía, pero con el alma más tranquila. Tranquilidad que duraría poco debido al siguiente viaje programado. Viaje en un inicio previsto para descansar, reflexionar y disfrutar, pero que se convirtió en un avance de “viviendo con el enemigo”.

Todo el mundo está durmiendo después de la fiesta de ayer. Todo el mundo menos yo. En un salón de inspiración francesa, pero decorado con el presupuesto que pueden tener unas estudiantes me encuentro escribiendo sentado en un sofá de los años 60. El idílico momento de paz y sosiego se ve interrumpido cada poco por los dos lindos gatitos que no paran de jugar y pelearse entre ellos. Entre sus cualidades no están ni la de dejarme escribir tranquilo, ni la mecanografía (a no ser que las palabras en idioma gatuno sean solo números) pero son tan ricos que me encantaría poder llevármelos a ambos.

Volviendo a esta locura de largo fin de semana, siento que vuelvo a los orígenes. Siento que las sesiones con el psicólogo no han conseguido todavía cambiar mi cabeza. Sigo pensando demasiadas cosas a la vez, y al mismo tiempo olvido disfrutar de cada momento. Ayer fue el primer día desde hace tiempo que me sentía un poco excluido. No por la gente, que me prestaba la atención básica, sino por aquella persona que mi subconsciente llama “enemigo”. Ya ha pasado mucho tiempo. Quizás incluso demasiado. Pero ahora me doy cuenta de que no veo ninguno de mis ideales en su persona. Antes lo consideraba genial, ahora simplemente uno más, con otro bonito complejo de inferioridad a las espaldas.

Fue él la última persona que me tocó. La única persona en mi vida a la que permití traspasar barreras inimaginables en mi cabeza. Pero todo tiene un precio, y el mío es un largo periodo de reflexión aderezado con terror a que alguien me toque, ¿ existirá la tactofobia ?.

Tras él, vino el miedo. Y con él, la soledad. Me fuerzo día a día para seguir el ritmo de los otros, pero creo que mi escasa alimentación está causando mella. Ya no consigo ni dormir tranquilo. Sólo consigo soñar despierto, aun a sabiendas que el único que posee la llave de mi futuro soy yo.

Esta noche he estado pensando. En nada voy a alcanzar los 26 años, y lo más triste es que llevo semanas creando castillos en el aire para estar solo en ese día. A partir de más o menos ese día, una aventura nueva comienza, pero empiezo a creer que nunca seré enteramente yo mismo si no afronto de una vez por todas mi realidad.

En medio de la noche se me ha ocurrido una idea revolucionaria. Irme por sorpresa a casa de mis padres por mi cumpleaños. No sólo por verlos y salir de fiesta con mis amigos, sino para asumirme delante de ellos.

He repasado en mi cabeza todas las series, películas o libros que han pasado por mis manos en los que alguien anunció la “buena nueva” a sus padres. He pensado incluso el discurso que contaría. Las posibles reacciones, tanto las histéricas como contenidas, pero me supongo que como siempre, es mucho más fácil soñar despierto en la cama que afrontar el reto de vivir mi vida.

Siempre pensé que necesitaría de un novio para tener el valor de hablar con mis padres. Empiezo a darme cuenta de que jamás podré tener una pareja estable si no estoy bien conmigo mismo. Y aunque algunas personas me han aconsejado vivir mi vida al margen de mi familia ultraconservadora, el único modo de sentirme bien en mi propia piel es diciendo de viva voz lo que creo que ya todos suponen.

En próximas entregas veremos si lo que germinó en mi cabeza durante el duermevela llega a algún sitio o si se queda una vez más en una utopía. Hace un tiempo utilizaba una frase para evitar el fin, ahora es para evitar el comienzo (y supongo que el miedo a la decepción). Aún con eso,

“Ya veremos!”

P.S. Hace mucho que no sé de ti. Ni por msn, ni por mail, ni nada. Y necesito saber algo de ti. Mi vida sigue dando tumbos y me gustaría tener tu opinion! Sé que antes o después leerás esto...te echo de menos...

domingo, 15 de mayo de 2011

Gala de Eurovisión 2011


Nunca pensé que un festival de Eurovisión pudiese aportarme tanto.

Ya hace unas semanas que decidí cambiar. Que decidí dar un nuevo rumbo a mi vida, para intentar volver a ser YO. Alguien que ríe, alguien que llora, pero sobretodo alguien que sabe disfrutar de los pequeños momentos de la vida.

Es pronto para decirlo, quizás incluso vuelvo a utilizar una cierta bipolaridad para afirmar que hoy, soy feliz.

Esta semana ha implicado varios retos, algunos de ellos han sido un fracaso, pero otros me han aportado grandes dosis de esperanza.

Como me dijo hace unos meses aquella vidente de Valladolid, algunas personas volverían a mi vida, no todas, pero si las necesarias para poder encontrar mi lugar. Cierto es que me quedé en lo superficial, puesto que con lugar entendí que hablaba geográficamente, pero aparentemente, se refería a mi lugar conmigo mismo.

No va a ser fácil, es más, estoy seguro que habrá momentos en los que volveré a flaquear, y no tendré ganas de continuar con la batalla. Habrá momentos de soledad, de tristeza, pero sobre todo, estoy seguro al máximo que habrá momentos de miedo. Miedo a encontrar nuevas personas, miedo a nuevos retos, miedo a ser decepcionado, pero aún más importante, miedo a decepcionar al resto.

Esta semana intenté restablecer contacto con el chico (hetero) que considero como la persona que me hizo darme cuenta que soy especial, pero no por el sexo de las personas a las que amo, sino por como soy. Esa persona, es muy especial para mí, puesto que no tuve necesidad de decirle nada, directamente lo entendió, e intentó hacerme ver que él me quería así. Sin embargo, no ha dado señales de vida. He debido de convertirme en un cero a la izquierda para él, pero conociendo mi tesón, sé que volveré a la carga para intentar conseguir mi meta, volver a ser amigos cercanos.

Por otro lado, di señales de vida a esa persona especial para mí. Hace más de un mes que no lo veo, y aunque se me hace eterno, creo que es bueno para ambas partes. Para él, porque está ocupado con sus trabajos de fin de carrera, y para mí, para darme cuenta de que saber esperar es a veces la mejor solución. No creo que exista ambigüedad entre nosotros. Simplemente que no nos sentimos atraídos de la misma manera, pero aunque en un inicio eso me hizo daño, ahora sé que lo quiero en mi vida. Idealmente como novio, pero en la realidad, sé que como amigo será también genial.

Para continuar con la semana de los retos, el jueves 12 de mayo, hacía dos años que conocí a la persona que más influyó en mi vida. Para bien, y para mal. Decidí salir de mi concha para volver a la vida social. Sin rencor, pero sin indiferencia, me mostro que no me cerraba las puertas tras más de 6 meses de desaparición voluntaria. Fue él quien me invito a ver el festival de Eurovisión en su casa, tal como hiciéramos el año pasado.

Al mismo tiempo, recibí una llamada alentadora para un futuro trabajo, sin nada seguro, pero con buenas sensaciones que espero comiencen a solucionarse la semana que comienza mañana. Será un reto, no sé si forma parte de mi meta, pero sé que puede ayudarme a conocer mis objetivos.

Tuve valor para enfrentarme a retos objetivamente nimios, pero difíciles para mí. Fui capaz de terminar sintiéndome bien al otro lado del objetivo, con resultados que pronto enseñaré, pero sobre todo con resultados que aumentaron en un pequeño grado mi autoestima.

Por último, afronté mi miedo mayor el viernes al comenzar la noche. Una cita que no podía eludir por más tiempo, pero que al mismo tiempo y siendo sincero, me hubiera gustado evitar. El psicólogo. Sé que lo necesito. Sé que yo solo no soy capaz de salir a flote de mi peor enemigo: Yo mismo. Mi falta de autoestima me hace ser inestable, conmigo, pero sobre todo con los que me rodean. He decidido coger el toro por los cuernos, y aun siendo unos cuernos aparentemente de oro debido al precio, creo que esta vez voy a agarrarme fuerte y luchar. Luchar por lo que quiero ser, por volver a reír, sin plantearme si tengo cara de bobo. Volver a mirarme al espejo y pensar que me puedo comer el mundo. Salí con buenas vibraciones, pero con miedo a tocar temas tabús. Miedo que sé que tendré que afrontar muy pronto, puesto que para salir del hoyo, es necesario verificar todos los pilares. Y ahí está el problema. Profundizar en mi relación con mis padres. Sé que va a doler, pero sé que por las buenas no he sido capaz de entender que mi vida es mía, que puedo aceptar consejos, pero que solo yo puedo saber lo que quiero. Habrá que aprenderlo con ayuda externa…

Y llego el día: Eurovisión. Cual noche de reyes, no podía esperar, tenía por un lado miedo de que llegara el momento, y por otro ansias de que no pasara. Miedo a volver a verlo. Al guardián de mis sentimientos. A la persona que un tiempo culpé de todos mis males. Habían pasado muchos meses, en parte de duelo por la marcha de un ser querido, y en parte de reclusión para curar bien la herida y no poner una venda a la realidad. Llegué. Me alegré de ver a gente que debido a daños colaterales dejé de ver. Y me alegré de verlo a él. Sinceramente, me sorprendí, o me sorprendió, o las dos cosas. Todo pasó con suma normalidad, como si el tiempo no hubiese pasado, pero las heridas si hubiesen cicatrizado. Él estaba ahí. No sé si con un amigo o con su nuevo novio, pero me dio igual. Yo ya no siento ningún tipo de atracción sexual hacia él. Quería saber de su vida, quería saber más de la noticia bomba que me lanzó, su marcha a la capital del país oriental por un año. No hablamos mucho, hubo momentos de cierta frialdad en los que me sentí un poco excluido, pero era normal. Había dejado mi círculo de amigos, y era necesario tiempo para volver a formar parte del mismo. El azar hizo que el nuevo amigo llevara la camisa que llevo buscando varias semanas. Me cayó bien. Lo cual me sorprendió. Pero más me sorprendió que Arnaud me respeto enormemente.

Salí de la fiesta con una propuesta para vivir allí, en la ciudad de mis sueños, pero más concretamente en la casa en la que siempre quise vivir, con las compañeras de piso que ya conozco, y sobre todo, con nuevas historias que vivir. El día D está previsto para Agosto, mismo momento en el que el avión oriental sale de Paris. Tengo la opción de elegir habitación, y aun sabiendo que las vistas son mejores, creo que el pasado hay que dejarlo pasar, y la habitación en la que un día fui feliz ha de ser para otra persona.

Ahora sólo me planteo unas preguntas: conseguiremos ser de una vez por todas amigos, o conocidos? Es cierto que por fin he superado el pasado? (porque me resulta extraño pensar que al fin salió de mi corazón…Y por último pero no por ello menos importante, conseguiré que Jérémy venga a mi futura casa a cenar ?

Hoy sólo tengo clara una cosa. Qué bien hice en ir a esa “soirée”.

sábado, 16 de abril de 2011

Amor, Sexo y Amistad


Cuando conoces a un chico que te interesa, sea por internet, de fiesta, o por la calle, te encuentras en una encrucijada con varias soluciones. La que siempre deberíamos desechar es aquella de que no nos volverá a llamar. A veces se dará dicha situación, pero no implica una batalla perdida, sino simplemente un camino equivocado.

Aparte de esta solución, podemos encontrarnos con tres posibilidades fundamentalmente: Amor, sexo o amistad. Depende de cada persona saber cómo afrontar cada situación. Para ello, puede ser necesario conocer el significado de cada una de las tres posibilidades. Comprender plenamente lo que cada una conlleva, en todos los ámbitos.

El sexo implica una unión física, a priori sin consecuencias emocionales. Simplemente descargar adrenalina entre los brazos de un desconocido, con el único objetivo de obtener placer. En la mayoría de los casos, al no plantearse la existencia de “qué pasara mañana” no se pierde el tiempo en buscar como dar el máximo placer a tu “partenaire”.

La amistad implica una relación afectiva en el plano superficial. Comienzas a compartir gustos, aficiones, e incluso debates sobre temas que no dominas, dejando casi siempre al margen las relaciones físicas. Pero con las amistades, aun habiendo diferentes grados, podemos ser nosotros mismos. No tenemos que escondernos bajo una máscara para resultar interesantes o conseguir volver a ver a alguien. Amigos significa ser escuchado, pero también escuchar. No es fácil llegar a esta simbiosis con una nueva persona, pero tampoco imposible.

Por último queda la posibilidad del amor. Conexión en todos los sentidos con otra persona. El sentimiento más peligroso de todos. Inestable como el tiempo, caliente como un volcán y con la fuerza de un seísmo. Es la perla rara que todos ansían tener. Y una vez que la tienen, empiezan a ver las impurezas e imperfecciones. Es la plenitud en mayúsculas, puesto que esconde todas las posibilidades. El sexo con la mayor pasión, la amistad más íntima posible y el sentimiento paradójico de seguridad.

Cómo afrontar una primera cita? Y mas difícil todavía, en caso de que exista una segunda, qué claves hay que buscar en el comportamiento de la otra persona? Cómo saber cuál de las tres posibilidades buscar en la otra persona? Y si se da la cuarta posibilidad...Cómo afrontarlo sin convertirse en la persona del corazón de hielo?

En mi caso, soy una persona quizás labrada en torno al mundo onírico de las comedias románticas. Para mí, cada vez que una persona aparece en mi vida, tiendo a crear el típico cuento Disney en el que un príncipe se enamora de una persona humilde. Comienzo a crear toda una red de citas y noches juntos sin tan siquiera haber hablado con él. Es un arma de doble filo, o al menos así lo veo yo. Por un lado, al soñar tu vida, puedes creerte el rey del mundo, puedes ver como incluso llegas a instalarte con dicha persona, y como empieza a existir en tu vocabulario coloquial el término “nuestra vida”. Sin embargo, por otro lado, es de sobra evidente que soñar una vida no solo es triste y peligroso, sino que también implica cobardía y decepción al darse cuenta de que la realidad no es tan perfecta como lo imaginaste.

Así me ha pasado siempre. Siempre que conozco a alguien voy con la idea de que será mi novio ideal. Alguna vez he acertado pensando que era amor, aunque tiempo después el príncipe se convirtiera en demonio. Otras veces la película no duraba ni el entreacto, puesto que se quitaban la ropa antes de saber mi nombre. En estos casos casi siempre he salido huyendo antes de perder los papeles. Sin embargo, solo me ha pasado una vez que una persona que yo considero que puede ser mi novio perfecto quiera seguir viéndome pero no quiera nada conmigo mas allá de una supuesta amistad.

La decepción que me llevo es la misma, puesto que al fin y al cabo el que mucho espera, desespera. Pero olvidar a estas personas es mucho más difícil por varios motivos. No tienen ningún problema en seguir viéndote, es más, incluso se nota que disfrutan de vuestras “soirée” juntos. Pero no puedes reprocharles nada, porque simplemente no te han hecho mal. No es como el novio que te pone los cuernos, o que te humilla hasta querer acabar con todo. No tienes ninguna razón para odiarlo, pero a la vez tampoco sabes cómo poner en tu mente la barrera para seguir viéndolo sin buscar nada más con él.

En estos momentos me encuentro en esta situación. Perdido. Decepcionado. Con ganas de tirar la toalla. Con ganas de levantar de una vez por todas la bandera blanca que implique el final de la lucha. El final de la guerra por conseguir el amor.

Días mejores vendrán. Lo único que me desanima es que parece que hay que ser egoísta y poner la coraza alrededor del corazón para no siga debilitándose su latido.

Me gustaría aprender a no implicarme al conocer a alguien. El hecho de poder ver que no siempre se encuentra el amor enfrente mío. Puesto que según como hasta el momento hago las cosas, solo me lleva a terminar encerrado entre mis cuatro paredes, sin ganas ni de ver gente nueva, ni aquellos que un día llamaba amigos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

¿Lo prometes?

Siempre serás mi abuela del alma...

"¿Lo prometes?...

¿Todos los días...llueva o truene...haga viento o diluvie?..."


¡¡SI LO PROMETO!!


Te echo mucho de menos, soy incapaz de rendirte los homenajes que me propuse. Al igual que en la película, no te quiero dejar marchar...Ojalá pudiésemos vernos todas las tardes al terminar de sonar los cañones...


¡¡TE QUIERO!! Espero no haberte defraudado!!



Nota : Me sorprendió gratamente la película "Charlie St Cloud". Al mismo tiempo, me dolió...

domingo, 13 de marzo de 2011

Dream


Sé que no debo, pero a la vez no puedo.

Sé que no te conozco, pero no dejo de pensar en ti.

Solo te he visto 5 veces, pero siempre me quedo con ganas de más.

Cualquier bobada contigo se convierte en algo interesante.

Sé que no hay nada, y sé que te voy a alejar de mi.

Intento aguantar las ganas de verte, intento aceptar que tienes otras cosas en la cabeza.

Pero hoy por hoy mi sueño eres TU.

Tus ojos, tu sonrisa, tu forma de hablar español, ni siquiera me atrevo a tocarte, por miedo a incomodarte. Eres tímido, como yo. Inseguro, como yo. Pero luchas por lo que te interesa...no como yo.

Espero que algún día puedas leer esta entrada. Significará que mi sueño se hizo realidad, y que algo en mi interior volvió a latir.

No te quiero porque no te conozco, pero precisamente es eso lo que quiero, conocerte.

Firmado,

El pseudo-gabacho de mierda

Everything’s Ok!



¿Y si nos empeñamos en ocultar cosas a nuestra familia pensando que les hacemos un favor?

Desde que puse distancia de por medio, aprendí una lección que puede que no sea totalmente cierta. Mi vida es mía, yo soy yo, y mis problemas son míos. Muchas veces tergiverso la información que llega a mi familia. Es cierto que un filtro o una censura son necesarios en muchos de los casos. Al fin y al cabo, la mayor parte de mis problemillas no pueden ser resueltos por ellos. La distancia es muchas veces el mayor aliado de la soledad. Y el mayor enemigo de la verdad. Es tan sencillamente fácil mentir cuando no mostramos nuestra cara, que corremos el riesgo de engañarnos a nosotros mismos.

Creo firmemente que engaño a mis padres contándoles lo magnífica que es mi vida, evitando oficialmente preocupaciones innecesarias. Sin embargo, tengo la ligera impresión de que notan en los acordes de mi voz si les estoy contando la verdad, cual polígrafo en un juicio.

El problema reside en que también censuro las cosas buenas. Lo cual considero bastante triste. Esta vez no por miedo a preocuparlos, sino por miedo al rechazo, a la decepción.

He intentando ser el hijo que querían, con mis excentricidades, mal comportamiento y bordería, pero al fin y al cabo, intentándome basar en los sueños que proyectaron en aquel mico que nació un 18 de junio. No soy así, y tengo miedo de su reacción al saber quien soy verdaderamente. Miedo al demostrarles que aunque me muestre lejano a ellos, ocupan gran parte de mis pensamientos, incluyendo si aprobarían los pasos que voy dando.

No soy lo que querían, pero sí tengo gran parte de los valores que me inculcaron. Y la familia es uno de ellos. El más importante. Lo único que me impide buscarme la vida en continentes lejanos son ellos. El hecho de no poder estar a su lado si algo malo ocurre. Porque afortunadamente para las cosas buenas siempre hay una planificación.

Pero al mismo tiempo, lo único que me impide hacer mi vida a su lado, es ver sus caras al conocer facetas de mi vida supuestamente ocultas a sus ojos. Principalmente una, que forma parte de mí, que me ha hecho como soy, y que ha modificado características fundamentales de mi persona.

Desde pequeño mis hermanos y yo hemos soportado una gran presión. Evidentemente, desde el ánimo de la superación y no de la destrucción. Pero dicha presión o ambición inculcada, provoca fisuras difícilmente reparables. En mi caso, inseguridad. Y como daño colateral, una falsa muestra de desarraigo familiar.

Sin embargo, la realidad es que la familia es el pilar fundamental de nuestras vidas. Sin ellos nos quejamos de que no están, y con ellos nos quejamos de que nos cansan. Paradojas de la vida. Como todo, quien está soltero ansía tener pareja, y quien está en pareja, no le encuentra más que problemas a dicho status.

Bromas aparte, gracias a quien sea, puedo decir que “todos estamos bien”. La perfección no existe, y en cada familia cuecen habas, pero en lo básico, everything’s Ok!

lunes, 28 de febrero de 2011

Cosas que suenan a triste

...porque no siempre lo que decimos expresa lo que sentimos...


Dualidad


En una ciudad donde la competitividad estaba a la orden del día, intentaba yo hacerme un hueco. Cierto es que cuanto más grande es una ciudad, la personas de nuestro alrededor se convierten más en individuos desconocidos. Gente con la que nos cruzamos, gente extraña cuyas alegrías escapan a nuestro conocimiento.

En cualquier línea de metro de esta ciudad, me cruzo con gente cuyos rostros expresan la indiferencia. Sin embargo, en su interior todos llevamos una historia. Es triste decirlo, pero muchas veces nos encontramos en la vorágine del huracán y no nos damos cuenta de todo lo que tenemos, hundiéndonos a causa de problemas que en su mayor parte son intrascendentes.

En nuestros días, aún teniendo los medios de transportes y de comunicación necesarios para mantenernos conectados con nuestro entorno, los lazos de unión entre la gente son muchos más débiles y volubles. Nos encontramos perdidos entre tantas posibilidades. Malcriado en un cierto grado, estaba acostumbrado a tener todo lo que quería cuando lo quería. Ahora aquí no soy el “rey de la casa” y el resto de personas luchan por conseguir sus objetivos.

“Yo soy yo y mis circunstancias”. Frase que ha marcado mi vida de Ortega y Gasset. En mis orígenes me creía que todos mis problemas eran debidos a mi inmadurez. Iluso pensaba que con el paso del tiempo, evolucionaria a la misma velocidad que aquellas personas que llevaban mi insignia de “ídolos”. Con el paso de los años me empecé a dar cuenta de que cada persona es un mundo. Un mundo con bases similares, pero en los que cada matiz, hace imposible descifrar el código.

La vida trae cambios, muchas veces inesperados. Algunas de ellas deseados, pero otras odiados o temidos. La niebla del camino nos impide ver que los arboles siempre crecen hacia el cielo, cada rama sale en diferentes direcciones, posibilidades de alcanzar el objetivo. Sin embargo el tronco siempre permanece anclado al suelo.

La vida no se puede explicar con la ciencia. No hay un teorema o una demostración matemática para entender por qué soy así y por qué mis hijos serán de cierta manera.

Claro que siempre podemos aspirar a más y más. La ambición forma parte de nuestro ser. Pero tanto buscar la perfección, tanto querer tener todo en todos los ámbitos, nos hace desear lo imposible. Cuantas veces he soñado con tener la completa felicidad. Iluso, ingenuo, inculto, idiota. La felicidad total no existe. Son momentos puntuales. Y lo más triste es que a veces no somos capaces de disfrutarlos, cegados por el ansia de encontrar la felicidad estable.

Está claro que para entender la felicidad hay que comprender el dolor. La vida no se entiende sin la muerte. Lo mismo que el amor no tendría sentido sin los corazones rotos. Todo en nuestra existencia sigue una regla, la dualidad.

Seré capaz de mirar con objetividad mis pasos? Capaz de entender que si lucho por algo no hay que bajar los brazos a la primera de cambio? Capaz de entender que ni todo vale ni nada se hace en balde?

Yo soy yo y mis circunstancias. Circunstancias a veces favorables y otras tempestuosas, pero todas ellas conforman la persona que soy, la persona que seré y al mismo tiempo condicionan en cierto grado la vida de los de mi entorno.

Podemos mirar la vida con negatividad, con pesimismo, pero lo único que vamos a conseguir es perder tiempo. Caídas tendré, pero seguro que de todas ella me levantaré. Unas veces de un salto y otras con ayuda y necesidad de muletas. Pero tengo claro que mi vida me pertenece.

viernes, 18 de febrero de 2011

Sueño de una noche de san Valentín


Nunca había vivido un San Valentín.

Nunca había tenido la oportunidad de poder decir junto a mi novio que este día era un invento estúpido de los grandes almacenes para favorecer el consumismo. Lo más cerca que estuve de poder infravalorar esta fecha fue el año pasado. Año de sombras en mi vida, y muy pocas luces. Paradojas aparte con que mi vida se desarrolla en aquel lugar llamado ciudad de las luces, pero en mi interior más conocido como la ciudad del amor.

En ese día, no viví nada feliz, simplemente amanecí de nuevo en los brazos de la persona que me llevó al abismo. Esa persona que tantos males me hizo encontrar, y que provocó que la oscuridad entrara en mi vida. O peor aún, en mi corazón.

Muchos meses de duelo, un duelo que creo no haber superado. Mucho dolor por el camino, pero no el suficiente como para odiar. Ni tan siquiera suficiente como para olvidar. Lágrimas amargas con muchas noches en vela. Mi íntima amiga la soledad, se aprovechó de la hospitalidad de mi corazón, y se instaló con una duración indeterminada.

Este año, fue diferente. Fruto del azar, el destino o quizás el subconsciente, de nuevo tuve el valor de entrar en el camino fácil de conocer chicos. Y apareciste tú. Inesperado. Sorprendente.

Al nada de hablar contigo, quedamos a tomar algo. Consecuencia de mis complejos, de mi nerviosismo o mi verborrea, te resumí mi vida en dos horas. Esos ojos verdes me inspiraron tranquilidad, confianza, e incluso seguridad. Esos ojos me llevaron a la perdición. Hicieron que apareciese una fisura en mi coraza protectora.

Los días pasaron, e intenté mostrarte mi interés. Al final, conseguí que nos viéramos, porque quería seguir conociéndote. Eres especial, no por guapo, no por listo, sino porque en ciertos momentos tuve la impresión de que no sólo me oías, sino que me escuchabas. Una gran novedad para mí.

El día no fue el más propicio en un inicio. San Valentín. Día de los enamorados. Tras varios fracasos en la planificación, terminamos alrededor de una crêpe y una botella de sidra. Nunca pensé que las matemáticas me harían sentir paz. Que los números podían esconder conversaciones cultas e interesantes. La cena termino precipitadamente para escuchar los tartamudeos de un rey.

Mientras veíamos como un pseudo-profesional ayudaba a curar la enfermedad o minusvalía de una persona orgullosa, mi mirada se fijaba en ti secretamente. En tus movimientos nerviosos. En cómo te mordías las uñas. En cómo te rascabas granos inexistentes. Mi coraza se desgarró un poco más. No sabía cómo hacerlo. No sabía cómo hacer que tu mano se cruzara con la mía. Tan siquiera supe si tus miradas durante la cena eran entusiastas hacia mí, o hacia mi acento extranjero. Todo pasó.

El rey consiguió dar su discurso, superó sus miedos. Yo, no. Y te vi marchar.

Desde hacía mucho tiempo, no había tenido esa sonrisa en mi cara. Me hiciste volver a creer. Creer en que hay personas interesantes en el camino. No sólo el color de los ojos es importante, también su interior.

Te fuiste. Para no volver. Y me volví a encerrar en mis aposentos, para sellar las fisuras de mi coraza. Te fuiste, pero sanaste muchas heridas sin tan siquiera tocarlas.

Y todo quedó en la mejor noche de san Valentín de mi vida. Un sueño fugaz, pero feliz.

miércoles, 26 de enero de 2011

La escalera


Cuando era pequeño, recuerdo que pensaba que las escaleras eran como una pasarela a otro mundo. Era pequeño, y cada escalón suponía para mí un esfuerzo sobre humano. Afortunadamente, siempre estaba detrás alguien para empujarme el culo y evitar caerme de cabeza.

Los años han pasado, pero sigue existiendo dicha escalera que por un lado me hace soñar y por el otro me da miedo. Los escalones han variado en altitud, al igual que yo. Unos son prácticamente inexistentes, pero hay otros que tienen una altura tan elevada, que me cuesta mucho sobrepasar.

El problema reside en que ahora ya no hay nadie para darme un empujón y ayudarme a alcanzar otra meta más en la larga lista. La madurez, la edad, o simplemente mi cabezonería han hecho que la escalera esté vacía.

Ya no veo el primer escalón, e incluso he de reconocer que he hecho trampas en algunos. En vez de superarlos saltando, he encontrado una pequeña rampa en un lateral que me ha evitado mucho trabajo. Sin embargo, estas “astucias” ya se han vuelto más de una vez en mi contra.

En momentos determinados de mi vida he intentado volver atrás, tras mucho tiempo solo en el camino, he tenido la necesidad, el ansia, o las ganas de volver a buscar cosas perdidas en escalones inferiores. Iluso de mí, que pensaba que todo seguiría tal como lo recordaba. La realidad que allí me encontré me asusto. Bien es cierto que desde pequeños nos dicen que cada acto tiene sus consecuencias, y que en una bifurcación, el haber elegido implica que olvidamos la otra rama del camino. Que nosotros la olvidemos, no significa que todo lo que hay a nuestro alrededor lo haga. Esto me ha llevado a encontrarme con situaciones hasta entonces inverosímiles en mi cabeza.

Cada vez que una de mis hazañas no sale como yo me espero, intento volver a atrás, bajar unos cuantos escalones hasta aquel en el que recuerdo que tenía cierta estabilidad en todos los sentidos. Cuando he intentado hacer eso, siempre me he encontrado que dicho escalón ya no se asemejaba a cómo era la primera vez que lo pisé.

Los amigos, la familia, incluso nosotros mismos cambiamos. No hace falta el paso de los años, incluso el paso de los días puede hacer que algo que creíamos estable, seguro y duradero, se convierta en humo.

Hace ya más tiempo del que me gustaría, me estampé de lleno con uno de los escalones. Busqué a oscuras como bajar la escalera, intente por todos los medios llegar al inicio y encontrarme con mi familia y amigos. Tras varios meses intentándolo, terminé llegando a la conclusión de que lo que dejé en el camino no solo se lleno de polvo, sino que había cambiado.

Después de darme cuenta, necesite bastante tiempo para centrarme, para pensar qué haría. En un momento dado, supongo que de bajón, estuve a punto de tirarme por la barandilla para llegar al inicio de la escalera. A sabiendas de que la caída era mortal.

Al fin, encontré algo a lo que agarrarme. Y no estaba en el pasado como yo pensaba. Sino en el futuro. Sin embargo, el escalón que me rompió por dentro, seguía ahí. Un obstáculo que aun a día de hoy no sé cómo superar, y siempre estará allí, impasible ante mí, ante la persona a la que destrozo.

Me di cuenta de que mis miedos, mis batallas ganadas y también las perdidas, incluso mis logros y mis dos familias (la impuesta y la elegida) no podían sacarme siempre las castañas del fuego. Dediqué un tiempo a reflexionar, a pensar qué era lo que más ansiaba encontrar al final de la escalera. Siempre pensé que sería “mi gran amor”, esa persona que al inicio de la escalera pensaba que sería un mujer, y que a medio camino me di cuenta de que sería alguien de mi mismo sexo; esa persona que me daría todo lo que anhelaba, con la que compartiría mi vida, mis sueños, mis miedos. Aquella con la que discutiría, pero que a imagen y semejanza de mis padres, permanecería a mi lado contra viento y marea.

Tras muchas vueltas en la cabeza, me di cuenta de que el amor implica dependencia, y que esa dependencia causa un tremendo dolor cuando la otra persona se va. Tuve claro entonces que aunque fuese de cobardes, quería mantener mi corazón a salvo, protegido. No sería yo el que cerrara definitivamente las puertas al amor, pero cerré con candado la puerta de mis sentimientos y tiré la llave por la barandilla.

Fue entonces cuando volviendo mentalmente a mis inicios, vi con claridad qué es lo que quería que me esperara arriba. Lo que quería que me animara a seguir con mi camino. Y ahí apareció él: Joel. El sueño más grande de mi vida. El ser padre. El tener una persona a mi lado viéndolo crecer e intentándola educar con mis valores: una mezcla de los de mis padres y de los que yo por el camino he ido aprendiendo.

Todavía queda mucho para que Joel esté entre mis brazos, quizás incluso el día que llegue, no se llamara Joel, pero tengo muy claro, que ese es mi punto de partida. Mi apoyo. El objetivo fundamental de mi vida. Y me sacrificaré lo que sea necesario para conseguirlo. Sudaré por el camino, me tiraran piedras e incluso caeré, pero tengo claro que al final, lo tendré entre mis brazos.

Quién sabe si el destino me depara que alguien encuentre la llave y comparta con él la ilusión de ser padre...

Diario del dia más doloroso (Hasta pronto Abu!)

Mi abuela se murió. El domingo a la hora de comer. Me dio un ataque de ansiedad o yo que sé, pero no paraba de temblar. Yo en Paris y mi abuela en Valladolid. Los compañeros de piso de mi amiga Laura, me ayudaron a comprar el billete (para 2h después) y demás. Fui llorando como era de esperar, y llegue a mi casa a las 2am. Mi padre fue a buscarme a la estación de buses, llegamos a casa, y mi madre estaba despierta. Yo no tenía tampoco sueño, aunque estaba súper cansado. Al final me fui a la cama, porque al día siguiente nos esperaba una agenda repleta.

A las 9 de la mañana tocaron diana para prepararse. A las 10 teníamos una misa en el tanatorio (el salvador) oficiada por el cura de allí para todos los difuntos del día en general. La verdad que hizo una homilía como para irse de la capilla, echando en cara a los jóvenes el no creer en dios, que no hay que poner rosas a los muertos, puesto que se marchitan, que hay que darles las "rosas" en vida...en fin, que será que estaba yo muy susceptible pero fue mejor que no me lo cruzase a la salida. Si no fueran tan anticuados, si no fueran tan capullos, ni tan hipócritas, creería en la iglesia. Soy gay, la iglesia piensa que soy un enfermo, esa iglesia que está llena de curas homosexuales, que en vez de afrontar su realidad se han metido allí "por si las moscas"...en fin, incongruencias que impiden que pueda comulgar con esa forma de vida.

Total que después de la misa, saludar a mis tías...y familia...esto lo sobrellevé bastante decentemente, llego la hora de entrar en la sala. Nunca había estado en un tanatorio, nunca había tenido la "oportunidad" de ver como era aquello. Entré, vi a familiares, vi que hacía calor, y vi detrás de un espejo un ataúd de madera bastante bonito. Es lo único que vi, porque antes de que mi madre se diese cuenta, me tuve que salir. Me cogí un berrinche enorme (y en verdad ahora que lo estoy escribiendo, se me están cayendo las lagrimas) porque mi abuela estaba allí. Salí y me puse a intentar calmarme, pero...vinieron las aguas, tuve que ir donde mi padre llorando como jamás había hecho, para pedirle un pañuelo y salirme fuera a llorar tranquilamente. Odio la gente que viene a dar el pésame. Lo agradezco, pero me duele, cada vez que veía a alguien decirme algo, las lágrimas volvían a mis ojos.

Después del tanatorio, llegaban unos familiares que queremos mucho (sobrinos de mi abuela). Al saludarlos en poniente...otra de lagrimas...pero quedamos allí para ir a san miguel (al lado de san Benito) que es nuestra parroquia, donde era el funeral por mi abuela. No llevamos el cuerpo, puesto que el entierro era después de comer y preferimos no "moverla". En la iglesia había gente, mucha, a la que ni saludé. Llego la hermana de mi padre, mi tía, y nada más verla se me saltaron las lagrimas, así que a ella también, aunque se hubiese hecho el propósito de no llorar delante de mi madre. Aguanté la misa como pude. Voy a saltarme todos los aspectos idiotas como que el domingo mis padres se fueron del tanatorio porque eso parecía un acontecimiento social debido a que mis tías llamaron a todo el mundo. Voy a olvidar los 30 niños que fueron al funeral a comulgar, alumnos de una de mis tías... en fin...me voy a quedar con lo fundammental, con mi abuela. Después del funeral, fuimos a comer al nuevo de poniente (el de cárnicas poniente). La verdad que hambre no tenia, pero lo que probé la verdad es que estaba bueno, buenísimo.

Después venia la supuesta peor parte. La despedida del cuerpo en el tanatorio y la marcha al cementerio (gracias a quien sea, el cementerio estaba al lado, con lo que no había que hace mucho trayecto). El cura "de la familia" (porque es primo de mi tía y es el que oficia bodas, bautizos, comuniones...y entierros) dijo unas cuantas palabras, y dejo la pregunta en el aire de si alguien quería añadir algo. Evidentemente, todos estaban callados, yo llorando. Mi madre al final fue la única que dijo algo. Entre sollozos, y siendo de las mas pequeñas, la verdad que dijo todo lo que pensábamos. En resumen, que ojala sea cierto que se haya encontrado con su marido, y que daba gracias porque mi abuela no sufrió al morir. Después de esto, todo el mundo fue saliendo, porque se supone que teníamos que ir al cementerio, para inhumarla. Yo nada más que acabo mi madre de hablar, me puse de espaldas a todo el mundo, y de frente a mi abuela. Estaba llorando, me hubiese gustado decir muchas cosas, pero las cosas que tenía que decir eran para mi abuela, no para el resto del mundo. Me quede ahí hasta que todo el mundo se había ido. En concreto yo quería quedarme hasta que entrasen por detrás y se llevaran a mi abuela. Pero vino mi tío (mi padrino) a decirme que teníamos que ir al cementerio. Me quedé el último de todos, con ella, con mi abuela. Pensando en todos los momentos que viví con ella. En todas las anécdotas que si tengo tiempo y ganas quiero plasmar para no olvidarlas. Ahora ya no sentía miedo al ver el féretro, al contrario, sentía paz. Sé que es raro de expresar, pero fue en ese momento en el que acepté que por fin ella está descansando.

Me empeñé en que quería poner una rosa a mi abuela en su tumba. No como el resto de mi familia o conocidos que compraron que si coronas o ramos. Sin embargo, en el tanatorio solo vendían ramos. Mi madre me compro uno, que desmigajamos dando una flor a cada uno de los allí presentes. Esas rosas fueron a la especie de florero que hay en la cruz de las lapidas. Todas menos dos. La rosa de mi madre, y la mía.

Tras un rato de espera, yo estaba en camisa, sin frio y sin nada, porque no sentía nada. Llego el coche fúnebre. Un coche que podrían renovar, puesto que a feo no lo gana ningún otro modelo. Me extrañó que pusieron todas las flores encima de la lapida, pensé que la bajarían en horizontal, pero al llegar allí, solo estaba abierta la parte de delante, una pequeña losa vertical. En este momento, todos los hijos de mi abuela, empezaron a llorar. Una señora, supongo que de la funeraria, rezo el ultimo responso por el alma de mi abuela. En este momento, yo no lloraba, yo no sentía, yo estaba allí, pero creo que mis sentidos se vieron desbordados por la situación. Cogieron a mi abuela, y la introdujeron con unas cuerdas en el foso. Yo estuve al lado de mi madre en estos momentos, y ahora mientras escribo, miro la foto de mi abuela. Mi madre lloraba, daba sepultura a su madre. Una situación muy dura de vivir, pero que viene implícita con la vida. Una vez el ataúd estuvo emplazado en su lugar de descanso eterno, mi madre se acerco a echar la rosa. Yo fui detrás de ella. Seria luto, seria tranquilidad, seria inconsciencia, pero me quede unos instantes delante, mirando fijamente abajo, donde el ataúd yacía tranquilamente. Lancé la rosa, deseando haberla puesto entre las manos de mi abuela. En este instante, me asalto una duda que llevaré siempre en mi cabeza. Por qué no vi a mi abuela fallecida? Tengo la certeza de que su cara de paz me hubiese tranquilizado. Aunque creo que ella desde donde esté lo agradece. Seguro que hubiese puesto a parir hasta el final de los días a la persona encargada de maquillarla, que para eso mi abuela era muy perfeccionista.

Una vez todo el ritual hecho, la losa puesta de nuevo en su sitio y los lloros calmados por las personas queridas, la gente se fue yendo hacia los coches. Yo, para variar, volví a ponerme delante de mi abuela. O mejor dicho, de la lapida en la que descansa su cuerpo junto con el de mi abuelo y de nuevo volví a entablar una "conversación" con ella. Volví a quedarme solo, pero esta vez, pensé en lo coqueta que siempre fue mi abuela, así como ordenada, y decidí que las flores no estaban bien colocadas. Organicé los ramos y demás de tal forma que un centro de rosas quedase en el centro, bien visible. Las rosas siempre fueron las preferidas de mi abuela. De seguido cogí una de las rosas del florero y la clavé en el centro de rosas, para que sobresaliera. Cual bandera de luto. Y me fui.

Espero que esté donde esté haya encontrado a las personas que buscaba. Deseo que esté bien, sin dolores, sin cansancio. Y también deseo que ahora que sé que se va a encargar de protegernos y cuidarnos, no esté decepcionada conmigo, su nieto favorito, al haberse enterado que soy homosexual. Espero que pueda entenderme, y que me siga queriendo como antes.

Hasta pronto Abu!! Te quise y tengo la suerte de tener muchos recuerdos que lo avalan. Te quiero y tengo la suerte de tener "amuletos" tuyos que me ayudan a pasar el periodo de duelo. Y te querré por siempre jamás.

Te hemos perdido


Antes de terminar el 2010, y como habitualmente en los últimos años, hubo discusiones en casa teniendo como denominador común una persona: Yo.

Todo se remonta a más de 3 años atrás. Un fatídico 27 de septiembre. La terminal 1 del aeropuerto de la capital fue el escenario de la secuencia en la cual el hijo pequeño, y por ende mimado, de una familia dejaba las faldas maternas para enfrascarse en una aventura/desafío.

Tras un interminable café en el que tantas cosas pasaban por la cabeza de aquel joven, veía como los ojos de su familia se tornaban vidriosos cuanto más se acercaba la hora del vuelo. Aguantó el tipo delante de ellos, para impedir la típica frase de “si no quieres irte, no te vayas”. Fue una situación dolorosa, para las dos partes, pero sin ánimo de victimismo, más aún para aquel chico que dejaba su país, por motivos en parte ajenos a su voluntad.

Nada más traspasar el obligado control policial, recibió una llamada de la persona que materializó una realidad que hasta un año antes estaba bien encerrada en la mente del joven. Dicha llamada debía ser para infundir ánimos, pero se convirtió en una sarta de reproches. Con la objetividad que otorga el paso del tiempo, el emigrante se dio cuenta de que todos los reproches que le hicieron, no fueron más que la manera fácil y dolorosa de mostrar la pena por la marcha de un ser querido.

Cuando se inicio el embarque, las lágrimas corrían por las mejillas del chico, que desconsolado se preguntaba una y otra vez si esta huida era la solución a sus problemas.

Cabe decir que su vida se convirtió en una montaña rusa, no sólo de sentimientos, sino también de vivencias debido a las variaciones geográficas. En los tres años que ha pasado en su país de exilio, ha cambiado cada 6 meses de lugar de residencia, sin tener siquiera la posibilidad de llamar “hogar” a uno de esos lugares donde almacenó sus “affaires”. En todo ese tiempo, la huida se convirtió en un desafío.
Conoció a mucha gente que han intentado ayudarle en el camino. Unos siguen con él a día de hoy, otros dejaron paso a nuevas personas, pero los que poco a poco se fueron debilitando fueron los lazos familiares.

Por motivos del destino, la casualidad o el azar, hace unos dos meses, coincidiendo con el final del máster en el que se embarcó por amor, la abuela del joven empeoró gravemente de salud. Sin tener casa, sin saber dónde dejar todos los objetos de valor (unos sentimentales y otros monetarios) no dudó un instante en volver a sus orígenes para estar al lado de los suyos. Ayudar en todo lo posible era su misión principal. El destino decidió que la situación se estabilizase, impidiendo al joven decidir con claridad los nuevos pasos a seguir en el camino de su vida. O quizás, simplemente, sin ganas para llevar a cabo una nueva huida, sabedor ahora de que los fantasmas van incluidos en el equipaje.

Hace apenas 72 horas, una nueva discusión le llevó a escuchar una de las frases más dolorosas que jamás pensó oír, pero que inconscientemente se ganó a pulso. En medio de la disputa, su madre le relató los minutos posteriores a su marcha 3 años atrás.
Relató las lágrimas derramadas, pero haciendo un inciso. Para ella, con el paso del tiempo, esas lágrimas fueron premonitorias, porque fueron la señal que desencadenó el hecho de que “te hemos perdido como hijo”. Cierto es que el joven se reprocha muchas cosas, sobre todo los malos modos quizás inconscientes hacia su familia. Reproches fundados en la educación que recibiera, y que le impiden mostrarse como verdaderamente es.

Las cosas serian más fáciles si se atreviera a mostrar sus cartas, si de una vez por todas asumiera lo que es. Pero como niño chico que se escuda en banalidades, siempre encuentra la excusa perfecta para no dar el paso. La más recurrente es aquella en la que considera que es un paria social, y que por ende, es la oveja negra de la familia.

Todo ello ha hecho que esté perdido. Al sentirse sin ningún apoyo, sin personas en las que verdaderamente pueda dejar la carga de su equipaje. La familia siempre estará ahí, pero tanto jugar con fuego puede provocar rupturas irrecuperables. El joven afronta en pocos días un nuevo reto, sin unas ganas desbordantes de seguir luchando, pero con ánimo de ir viendo el camino a seguir.