lunes, 3 de mayo de 2010

La balsa


Qué significan unas lágrimas más, después de todo lo llorado: Qué daño pueden hacer, si ya no queda nada dentro. Como van a sanar algo que está muerto. Como van a conseguir llevar la tranquilidad, si el tiempo se ha llevado la esperanza.

Un año hace ya. Un año que la pesadilla llegó a su vida. Un año en el que muchas cosas pasaron alrededor de una insignificante persona, llevándola a un pozo sin fondo, del que por mucho que intenta salir, sigue viéndolo muy profundo.
Angustia, miedo, desilusión, sueños rotos, desesperanza, frustración, ansias de huir, de gritar, de desaparecer.

El dolor sigue por sus venas, con la forma de espinas. Cada latido del corazón lleva consigo la propulsión de unas cuantas espinas que se clavan a lo ancho y largo de su cuerpo. Se prometió que no dejaría a un lado el dolor. Creyó que el sueño pronto lo sumergiría en un estado de semi-inconsciencia en el que ya no sentiría ni las punzadas, ni los desgarros.

No tiene ninguna medicina a mano, ni siquiera unos brazos que lo consuelen, está solo, perdido. Los días van pasando y el dolor no va disminuyendo. Se certifica cada noche cuando se despierta a las 4. Sudores fríos y taquicardias despiertan a su lado, pero siempre con la cama vacía.

De qué sirve buscar lo que no existe, de qué sirve enfrentarse a muros de 5 metros, si en la posible caída no va a estar nadie para salvarlo. Ha perdido amigos por el camino, reconoce que tanto dolor no ha sido fácil de soportar por sus allegados, puesto que durante la posesión a la que se vio sometido, ha soltado veneno en todas las direcciones, minando la confianza de aquellos que defendían con uñas y dientes el honor de este guerrero venido a menos.

La noche calma su sed, o mejor dicho, el alcohol ahoga sus pensamientos. Pero cuando el sol vuelve a salir por el horizonte, se despierta con la esperanza de que todo haya sido un sueño, de que a su lado este la persona que lo acuna, que le hace tener ganas de levantarse y comerse el mundo.

No está!!! Ni volverá a estar. Todo acabó. Se esfumó.

No hay posibilidad de que llegue otra persona, porque todavía no ha pasado el periodo de duelo. Prefiere ocupar su cabeza con planes imaginarios en los que se ve feliz. Prefiere anteponer la felicidad de los otros a la suya, puesto que ha llegado a la conclusión de que viendo la sonrisa de los suyos, el sol sale en su mente, ocultando el eclipse que lo ciega.

Lo pocos amigos que le quedan, prohíben la mención del innombrable. La cura es sencilla, dejar el tiempo pasar, pero el tiempo sin distancia no pasa a la misma velocidad. Los lazos de unión han de debilitarse para poder romperlos, de nada sirve dar un tirón fuerte, al poco tiempo volverá a su forma habitual.

Le animaron a arriesgarse, y lo hizo en pos de su seguridad. La lluvia trajo como resultado la destrucción de la balsa que debía transportarlo a la otra orilla. De nuevo esta recolectando el material necesario para intentar cruzar otra vez. Porque tiene clara una cosa, quizás no sea hoy, incluso posiblemente ni dentro de un mes, pero este rio, ni con su corriente adversa ni con ayuda de la climatología inversa, van a conseguir que desista de la idea de volver a la otra orilla de la que nunca debió salir sin dejar un cabo de seguridad amarrado. Esa orilla donde sus amigos lo esperan para disfrutar de él. Y donde por fin podrá volver a buscar eso que perdió:

Su sueño de ser feliz al lado de alguien.