jueves, 11 de diciembre de 2008

El reto de la soltería



Eran las 8 de la mañana y sonó el despertador, mis ojos todavía estaban hinchados cuando bruscamente salí de mi sueño, una sensación rara me atravesó toda la columna vertebral. No puedo explicar cómo, ni tan siquiera yo mismo pretendo entenderlo, pero esta noche en mi sueño habían aparecido muchas personas, casi todas amigas íntimas mías, para aconsejarme. No sería raro, si no fuese porque estaban mis griegas, que no hablan español, y no puedo dilucidar en qué idioma se produjo, pero tengo claro que todos estaban juntos y es más, hablaban entre ellos. Me sorprendió no ver a caras oficialmente importantes para mí, y ver otras que si bien no son amigos, les tengo un aprecio tal que puede que en mi subconsciente si lo sean.

La conversación no fue metafísica, tenía claro cuando me fui a dormir que esa noche sería diferente, que mis sueños no serían banales como tantos otros días, sino que intentarían ayudarme a encontrar la solución, a encontrar de alguna forma el camino a seguir. Algo había pasado horas antes en mi cabeza. Intentando ayudar a mi única amiga parisina a sobrellevar lo que ella llamaba soledad, me di cuenta de que la dejé toda mi energía positiva, para quedarme yo con la sensación de soledad. No me dio miedo, es una compañera fiel en mis viajes, pero esta vez me enseñó una imagen que jamás había querido ver. Era yo, o alguien parecido a mí, con bastantes años más, en una casa grande, pero lo que me dolió fue que no había niños, ni siquiera una persona a mi lado.

Fue la dura realidad de comenzar a asumir que quizás el amor no entra en los planes hechos para mí, que quizás el destino ha decidido retarme a vivir en soledad. Evidentemente, no es mi objetivo en la vida, es más, antes de cerciorarme que soy gay, quería tener cinco hijos, ya tenía sexo y procedencia de ellos. Jaimito sería el mayor, después vendrían los mellizos, para posteriormente adoptar a una chinita y a un africano. Todo esto se había ido al traste con el primer beso que di a un chico. Por lo que ahora, tampoco sería de extrañar que el destino me siguiese sorprendiendo, trastocando los planes hechos.

Según me vestí para coger el metro que me llevaría a clase, tuve claro que aunque sería más difícil, no iba a permitir que este nuevo reto me deprimiese. Al fin y al cabo, en caso de quedarme soltero, no tendría pareja, pero solo no estaría, tengo amigos, familia que sé que están a mi lado y con los que puedo contar si los necesito. Así que al llegar a mi destino, la clase, en mi cara había una sonrisa de aceptación, de autosuficiencia. Tuve clara una cosa, no iba a dejar pasar los días esperando que me sucediera una auténtica historia de amor, quizás esta nunca llegará, pero disfrutar de la gente que está a mi alrededor así como de los lugares a los que me lleve la vida, aún estando solo, serán experiencias igualmente enriquecedoras, y por qué no, a lo mejor un día me encuentro con la imagen que me enseñó la soledad, y lejos de estar triste, consigo ver todas las fotos que cubren mis estanterías, arropado por mis amigos y familia, mis compañeros fieles en este viaje que es la vida.

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