martes, 6 de abril de 2010

Solamente un número más


Hacía ya varias noches que no lograba conciliar el sueño. O mejor dicho, si lo conciliaba, pero en un momento determinado, a las 4 de la mañana, sin saber exactamente por qué, Loïc se despertaba sobresaltado con una simple palabra en la boca NUMERO.

Noche tras noche intentaba comprender qué quería decir con esa palabra, puesto que aunque se despertase sobresaltado, no conseguía nunca recordar a que venía. Incluso se sentaba en la cama, con los pies cruzados y la luz de la mesilla de noche encendida, para intentar descifrar dicho enigma.

No era la mejor época para él, en los estudios, dentro de que no le iba mal, el mismo se daba cuenta de que no se estaba esforzando lo suficiente, porque no encontraba la estimulación necesaria. No estaba en su ciudad, sus estudios lo llevaron por varias ciudades, hasta terminar convirtiéndolo en un cosmopolita sin dirección fija. Cada vez sentía menos apego a la ciudad que lo vio nacer, y por lo tanto, cada vez volvía menos, lo cual traía por el camino de la amargura a sus abuelas, puesto que aunque recibían dosis de información bastante a menudo, les faltaba la comprobación personal.

En cuanto a las relaciones con sus padres, pues la verdad es que dentro de que les estaba agradecido porque le pagaban los estudios que el quería, no tenia mayor relación con ellos que la estricta padre-hijo. Loïc hubiera deseado continuar siendo por siempre aquel niño travieso que tan cercano era a su padre, porque le hubiera gustado poder contarle su pesadilla. La situación no era grave ni terminal, simplemente, que estaba cansado de no conseguir descansar. Después del sofocón diario, no era capaz de retomar el sueño hasta una hora después, pues siempre intentaba hacer sus cábalas sobre el motivo de dicha palabra.

Dentro de escepticismo, hizo caso a uno de sus amigos que le propuso ir a una vidente, para que le diera alguna respuesta. Es estudiante, así que la única opción disponible era aquella señora que iba cada semana al bar de mala muerte de la periferia de la ciudad. Por el precio de una copa, te permitía hacerla dos preguntas. El día de ir llego, y con él la respuesta tan ansiada. Como de costumbre con estas cosas, la respuesta no fue esclarecedora, puesto que le genero unas cuantas otras nuevas en la cabeza.

La bruja le dijo lo siguiente: « Cuanto te despiertas diciendo numero, en realidad piensas en una cifra, por lo que veo cada día diferente y sin seguir ningún orden lógico, pero siempre asociada a ti » Tras esta respuesta Loïc tuvo clara la segunda y última pregunta. « Como puedo conseguir deshacerme de esta pesadilla? ». Esta vez, la respuesta fue más aclaratoria, la bruja le dijo que cada noche había un número, pero que por lo que ella veía cada noche había un chico diferente. Estas palabras hicieron venir a la cabeza la imagen de 10 chicos a los que conocía por haber sentido interés por ellos, pero que ahora tenía claro que habían aparecido en sus sueños.

De entre todos, solo había uno al que reconocía bien, su ex-novio, con el que después de mucho esfuerzo había conseguido tener una « amistad ». Precisamente el destino hizo que esa persona, fuese el amigo que le había propuesto el ir a la vidente. Sin dudarlo apenas un segundo, según salió del bar, llamo a Romain para preguntarle donde estaba. Siendo jueves, le extraño que estuviera en casa, pero sin dudarlo decidió presentarse en su casa. Aquella casa que volvería a visitar por primera vez después de haber terminado la relación. Ya no sentía nada por Romain, así que pensó que no habría ningún problema.
Cuando llego a casa de Romain, fueron directos a su cuarto, ya que en el salón estaban los compañeros de piso viendo el partido de futbol, y Romain estaba intrigado con las respuestas que su amigo había obtenido de la bruja. Después de toda la historia, Loïc aprovecho para pedir el libro que le dejo en su día, y que antes por vergüenza no había tenido el valor de pedírselo. Romain sin dudarlo, fue a buscarlo al tercer cajón de su mesa, donde lo metió el día que deicidio terminar la relación.

Fruto del azar, del destino, o quizás de la mala suerte, con el libro salto una hoja, que fue a parar a los pies de Loïc. Cuando fue a devolvérsela, no pudo evitar leer algunas líneas, y lo único que veía era una lista de nombres. De nombres masculinos, y él aparecía en dicha lista. El también tenía un número, era de los últimos.

En ese momento y sin que su ahora-amigo entendiera nada, Loïc salió sin decir adiós de la casa, con la respuesta a su pesadilla.

Llevaba ya tiempo que en el terreno amoroso no hacia más que dar tumbos, era una persona que necesitaba un novio, un apoyo estable, pero había dejado de creer que lo encontraría, después de algunas batallas perdidas. Sin embargo, lo que acababa de descubrir, había dado sentido a sus pesadillas. El, él era simplemente un numero mas para los chicos que significaron algo para él. Un numero más en la lista de conquistas, que lo único que hacía era minar mas la su tan ya menguada autoestima.

Lejos de amilanarse, y de irse a su casa a comerse la cabeza, Loïc decidió cambiar el cristal con el que miraba la pesadilla, para darse cuenta de que al final, todos tenemos una lista con nombres. Nombres de personas que han pasado por nuestra vida, y que para bien o para mal, nos han aportado algo. Intento hacer mentalmente « su » lista, pero termino bastante rápido.

Lo que comprendió es que la vida tiene muchos puntos de vista diferentes. Para él cada uno de los chicos con los que estuvo, significo una cosa para él, e imprimió una marca ilegible en él. Para otros, él no fue más que « otro mas » en la lista. Lejos de enfadarse o deprimirse, se sintió orgulloso de sí mismo, orgulloso de sus errores, de sus fracasos, puesto que gracias a ellos, él era ahora mismo esa persona. Quizás no espectacular, pero con amig@s fieles en los que apoyarse cuando la lotería de la vida le de otro número.

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