lunes, 29 de marzo de 2010

La fragilidad del Camino

Qué raro me está resultando. Fue lo primero que pensé al verte en el coche de delante. La verdad es que hacía ya bastante tiempo que no nos veíamos, y se me hacia extraño. Quizás también por la distancia emocional que hemos tomado en los últimos meses. Aun con eso, yo no entendía por qué tú, precisamente tú, mi mejor amiga, ibas en el coche de delante, y yo no iba en él. En verdad no recuerdo muy bien en qué momento me pregunté quién era la persona que conducía mi coche, pero por mucho que intenté descifrar sus rasgos, me siguió resultando un completo desconocido.

Recuerdo que te intenté llamar al móvil, para que me aclarases con un « mira que eres tonto » el hecho de que no estuviera en tu coche, fijo que tenía una explicación súper simple. No sé por qué, no conseguía contactar contigo, hay veces que estamos tan lejos y las tecnologías nos acercan, y otras que aun estando al lado, nos sentimos aislados. Lo que paso a continuación me impresionó de tal manera, que aún ahora, me estremezco al pensar en ello.

Íbamos por la autovía, lo sé porque siempre desde pequeñito he prestado atención a las señales y demás indicaciones que hay en las carreteras. El paisaje, desde luego no era de mi tierra, ya que teníamos verde a ambos costados de la calzada, supuse que evidentemente había conseguido volver a hacerte una visita por tierras gallegas. En un momento determinado, el macarra del coche que nos acababa de adelantar se dispuso a hacer lo mismo con vosotros, pero no entiendo por qué, lo hizo demasiado pegado. No sé muy bien qué paso, porque lo siguiente que recuerdo es tu coche, TÚ, saliendo de la calzada y comenzar a dar vueltas de campana. El símil es muy obvio, pero en ese momento, a mi corazón también le dio un vuelco. Intenté gritar, y digo intenté, porque aunque yo vocalizaba tu nombre, de mi boca no salía ningún sonido. Empecé a dar golpes al conductor para que parara, pero no me hacía caso, iba reduciendo la velocidad, pero parecía no darse cuenta de que TÚ, Nata, ibas en el coche que acababa de desaparecer de la calzada. Intenté abrir la puerta del coche cuando ya íbamos lento, pero tampoco podía. Joder, pero qué puñetas está pasando, por qué no puedo hacer nada, por qué estoy encerrado en este coche con este desconocido…eran muchas preguntas las que me pasaban por la cabeza, pero una era la fundamental. Estarías bien??

Supongo que debí de tener un shock o no sé muy bien qué, pero lo siguiente que recuerdo es un coche echando humo, y dos personas en el arcén abrazadas. Al principio tuve miedo de fijar más concretamente la vista, puesto que solo veía a un chico que abrazaba algo. Fueron momentos de pánico, realmente creo que mi corazón no podía latir más rápido, y al mismo tiempo tan lento, mi cabeza no paraba de hacer hipótesis, de reflejar en imágenes los diferentes escenarios que podía encontrarme. No, no podía ser, no podía ser que perdiese a mi mitad. Fueron segundos de pánico, hasta que finalmente vi que él te abrazaba, que estabas viva. Parece mentira lo rápido que puede dar un vuelco tu vida, de manera inesperada, pero permanente.

Días después, intenté hablar contigo, teniendo siempre la misma respuesta…silencio. Ciertamente tenía ganas de volver a acercarme a ti, de volver a sentirme en tu vida, y contarte mis cosas, pero sobre todo lo que mas quería, era saber si anímicamente estabas bien, puesto que si para mí fue difícil vislumbrar una vida sin ti, para ti tuvo que ser impactante el ver pasar tu vida mientras tu cuerpo no hacía más que dar vueltas y ser contusionado por los amasijos de metal. A día de hoy, sigo sin tener respuesta, pero el simple hecho de verte conectada, me hace pensar que sigues mejorando. Mientras, hasta que tú quieras, yo te esperare…

N.A. Desgraciadamente, me gustaría que dicho accidente no se hubiese producido, pero dentro de que yo no estuve presente, agradezco a quien sea el hecho de que solo se hayan producido contusiones.

No hay comentarios: