sábado, 2 de mayo de 2009

Esforzandome por conocerme...


Miedo. Así empezó la noche. Siempre tengo la misma sensación ante un reto, que no voy a estar a la altura, y la verdad que no es por lo que piensen los demás, sino por la sensación con la que volveré a mi guarida. Pasadas las diez de la noche, decidí no prolongar más las vueltas alrededor de la manzana, y asumir el riesgo de intentar conocer nuevas personas.

Como era lógico, al principio me embargó la sensación de soledad. Un ambiente diferente, con gente variopinta, en una casa de ensueño, que lo único que conseguían era hacerme más pequeño si cabe.

Gracias al alcohol, o al dicho “de perdidos al río”, poco a poco el anfitrión se encargó de que algunos de sus invitados me viniesen a dar conversación. Se había dado cuenta que romper el hielo no es una cualidad mía. Tras unos cuantos vasos de diferentes bebidas, empecé a disfrutar realmente de la fiesta, e incluso a conocer nuevas personas.

A las once quería irme, y a la una y media, cuando volví a mirar el reloj, me di cuenta de que ya no tenía esa sensación de soledad. Mi viaje a Francia, me ha enseñado a observar, a mirar todo aquello que tengo alrededor, así como las personas, antes de dar un juicio de valor.

En concreto me quedo con unas pocas personas que verdaderamente me resultaron interesantes, y a las que por supuesto espero algún día volver a ver. No creo que sea alrededor de unas frambuesas, ni fresas tan sumamente ricas, pero mientras sea en París, seguirá siendo especial.

La noche se vio truncada a las cuatro y pico de la mañana, por los siempre “queridos” policías. A partir de ese momento, después de la multa pertinente, la gente empezó a irse a marchas forzadas. Ayudando un poco a recoger, terminamos siendo los últimos pesados en irnos.

Como si de una estrella se tratara, a la salida había tres taxis esperando a los tres que quedábamos, siendo lo más sorprendente de todo, el hecho de que fueron pagados por Mr. Martin (a quien por desgracia no conozco y no puedo agradecer dicha deferencia).

Sólo tengo un deseo, poder conseguir algún día el grado de complicidad que tuvieron mis anfitriones, lograr encontrar una persona que tenga inquietudes y miedos como yo, que me ayude y me apoye en los momentos difíciles que vendrán, pero sobretodo que consiga hacer aparecer la sonrisa y la expresión en los ojos que ayer vi en aquellas dos personas.

Para terminar, sólo una palabra. Aquí, en Francia se utiliza demasiado, a veces incluso pienso que no es valorada correctamente.

GRACIAS

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