domingo, 4 de enero de 2009

Una tarde especial: El batido


Llevaba unas Navidades de lo más atípicas, y no por el hecho de no estar con la familia, ni tan siquiera por no recibir regalos, sino por el hecho de que no había salido de casa para prácticamente nada. No estaba enfadado, tampoco disgustado, quizás fue el cansancio acumulado, o las ganas de dormir, lo que hicieron que no tuviese ganas de llamar a mis amig@s para que dar a tomar algo, o incluso para ir al cine.

Ya habíamos empezado el nuevo año, nuevos propósitos se habían sumado a la lista de los anteriores que no habían sido cumplidos, una positividad extraña se estaba adueñando de mí, temía que si seguía sin hacer nada, la perdería a los pocos días.

Fue de improviso, hacía unos meses que había prometido una segunda visita a una amiga, pero ya había perdido la esperanza de cumplirla, puesto que no quedaban días disponibles. Esta era mi forma de pensar, hasta que mi padre me dijo que iría a ver a unos familiares suyos, que por vueltas de la vida, estaban pasando su peor Navidad, por el hecho de haber perdido a uno de sus hijos en aquel accidente de avión del que ya pocos nos acordamos. Le dije a mi padre si me podía llevar a Salamanca, le pillaba a veinte minutos de su destino, y accedió sin ningún problema, quizás impulsado por la sensación que tienen mis padres de que o bien me gusta la soledad, o bien me he quedado sin amigos por mi carácter.

Raudo y veloz, llamé por teléfono a mi contacto salmantino, para corroborar que no tenía planes previstos, recibí una respuesta positiva, y tras comer, con Kate Ryan como compañera de viaje, mi padre me terminó dejando en la iglesia redonda. Tras perderme un poco por la ciudad, cosa típica y normal en mí, encontré lo que fui a buscar.

Habrá muchos escépticos que piensen que las relaciones por internet no pueden existir. Yo les digo que no lo han intentado, puesto que mi mejor amiga la conocí por el fotolog, pero a esta persona a la que fui a ver, la conocí gracias a una antigua amiga, y se cumplió el dicho de “los amigos de mis amigos son mis amigos”. Toda la locura de ir a Salamanca fue por ella, por verla de nuevo, porque aunque no la he visto en persona muchas veces, por internet sé de su vida, y ella de la mía.

Creo que somos parecidos en la forma de ser, tenemos una apariencia inicial quizás un poco seria, pero una vez que rompemos el hielo, somos personas que no paramos de hablar, pero que a la vez nos gusta escuchar lo que nos dicen. Me llevó a un bar donde deberíamos haber estado dando vueltas sin parar, al ritmo de la música con el acompañamiento de cacahuetes y frutas de Aragón entre otros. Nos pusimos al día, aunque sabíamos por donde iban las cosas, en persona nos comentamos detalles de nuestras vidas.

Sólo puedo decir que me siento super a gusto cuando hablo con ella y le confió muchos secretos y pensamientos que tengo. En algunos momentos, tengo la certeza de que ella me entiende mejor que yo mismo, supongo que el hecho de que sea psicóloga tendrá algo que ver. Lo que tengo claro, es que espero repetir pronto el batido, aunque las camareras no nos hagan caso, aunque se alguien adueñe del plato para dejar las cucharas, aunque la mesa fuese enorme…Todo ello mereció la pena, e hizo que pasase una de mis mejores tardes Navideñas, una tarde diferente, especial.

No hay comentarios: