miércoles, 14 de enero de 2009

Dejando atrás mi ciudad


“Última llamada para los pasajeros del vuelo con destino París”.
Había llegado con el tiempo justo al aeropuerto, incluso había tenido la suerte de poder comer en mi casa con mis padres, para luego con prisas coger el ave que me llevaría a Madrid, y desde allí a París. Era fácil describir mi sensación, la tristeza.

Cada vez que vuelvo, se me hace más difícil, y ya no es por el hecho de tener miedo a estar equivocándome con los pasos que estoy dando, sino pavor a que algo pase y yo no llegué a tiempo para estar con los míos. Las Navidades ya se habían acabado, no había conseguido dormir nada, quizás pensando que ya nos íbamos todos, quizás con miedo por lo que ahora sí ha de comenzar.

Mis hermanos se fueron primero a Madrid, para uno de ellos poner rumbo posteriormente a Barcelona. Yo decidí ir más tarde, para disfrutar un poco más de mi ciudad, o de lo que más he utilizado estos días, mi casa. Cargando con los principales regalos que había tenido, subí al tren, no sin antes haberme despedido de mis padres.

No es nuevo que cada vez que vuelvo, las relaciones están más deterioradas. Unas veces por mi culpa, otras veces porque nuestras agendas ya no coinciden. El hecho es que en todas las Navidades, no he salido más que un día de fiesta, y para cómo transcurrió la noche, creo que hice bien en no salir el resto de los días.

Una amiga me dijo hace mucho tiempo, meses antes de irme y abandonar mi inmadurez por el camino, que este viaje supondría una criba muy importante en lo que a los amigos se refiere. Al principio me daba miedo el que tuviese razón, tras casi año y medio fuera de mi país, puedo decir que ASÍ HA SIDO. He perdido muchos amigos por el camino, unos para pasar a ser conocidos, otros para ser olvidados, pero lo que mi amiga no me dijo es que otras personas importantes llegarían, y al fin y al cabo, aunque la soledad sea mi amante fiel, hay muchas veces que un abrazo sirve para desahogarse. Ese abrazo no lo he tenido, posiblemente porque no he tenido valor de querer afrontar mis sentimientos delante de amigos, o porque tengo la extraña sensación de que me convierto en el centro de atención cuando hago alusión al chico por el que me siento atraído, o incluso al ver pasar a un chico guapo por la calle, hacer algún comentario.

Sé quiénes son mis amigos, a muchos de ellos no los vi estas Navidades, pero sé que están ahí. Unas veces más cerca, otras más lejos, pero sé que si necesito de ellos algo, lo voy a tener, incluyendo las contestaciones que no quiero oír. Están siempre en mi maleta, esa maleta que me acompaña a cada viaje que hago, y que siempre tengo cerca de mí.

Por suerte por la terminal no me encontré con demasiada gente, por lo que arrastrando mi maleta con mis recuerdos, pude llegar a tiempo al avión que me llevaría a mi otra casa.

No hay comentarios: