sábado, 17 de enero de 2009

Alguien inesperado


No podía ser, llegaba de nuevo tarde. Esta vez no tenía excusa, fue él quien dijo de quedar, y yo, aunque me daba miedo en un principio, reconozco que estaba nervioso.

Me sorprendió, quizás porque en mi cabeza todavía están los recuerdos de Miguel, pero no me había planteado que este chico simpático, fuese atractivo. Fuimos al centro, y como no, al llevarme por calles desconocidas, terminé perdido en un bar, alrededor de una “despe” y buena compañía.

Estuve tres horas con él. Pero no es el hecho del tiempo que estuve con él, sino que tomé conciencia cuando miramos el reloj y ya eran las once de la noche. Yo aunque no fuese mi idioma, no paré de hablar, como siempre cometiendo algunos fallos cuanto menos graciosos, mientras merodeábamos por las calles de aquel barrio, le Marais. Me llevó a una biblioteca temática, donde conseguí que me aconsejara un libro “diferente”, comentamos la música que nos gustaba, pero esta vez alrededor de unos mojitos. Todo transcurrió rápidamente.

Terminé confundido, llegó la hora de volver, y al pasar por delante de Notre Dame, con el abeto todavía iluminado, ya no sabía que pensar del chico que tenía a mi lado.

Hasta que decidió reírse de mí. No lo hizo de forma cruel, es más, considero que bastante esfuerzo hizo para entenderme durante todo el rato, pero tengo claro que no escogió el momento apropiado.

La puerta del tren se cerró tras de mí, habiéndome despedido de él con un frio “bonne soirée”. No sé si volveré a hablar con él, siquiera sé si debería, pero de lo que se presumía una tarde aburrida, salió una muy entretenida velada con alguien inesperado.

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